Vislumbrando el horizonte se encuentra Cumaná. Abierta al mar, a la espera de sus mejores momentos.
viernes, 20 de septiembre de 2013
martes, 27 de agosto de 2013
Poema de José Antonio Ramos Sucre
La ciudad
Yo vivía en una ciudad infeliz, dividida por un río tardo,
encaminado al ocaso. Sus riberas, de árboles inmutables,
vedaban la luz de un cielo dificultoso.
Esperaba el fenecimiento del día ambiguo, interrumpido
por los aguavientos. Salía de mi casa desviada en demanda
de la tarde y sus vislumbres.
El sol declinante pintaba la ciudad de las ruinas ultrajadas.
Las aves pasaban a reposar más adelante.
Yo sentía las trabas y los herrojos de una vida impedida.
El fantasma de una mujer, imagen de la amargura, me seguía
con sus pasos infalibles de sonámbula.
Yo vivía en una ciudad infeliz, dividida por un río tardo,
encaminado al ocaso. Sus riberas, de árboles inmutables,
vedaban la luz de un cielo dificultoso.
Esperaba el fenecimiento del día ambiguo, interrumpido
por los aguavientos. Salía de mi casa desviada en demanda
de la tarde y sus vislumbres.
El sol declinante pintaba la ciudad de las ruinas ultrajadas.
Las aves pasaban a reposar más adelante.
Yo sentía las trabas y los herrojos de una vida impedida.
El fantasma de una mujer, imagen de la amargura, me seguía
con sus pasos infalibles de sonámbula.
El mar sobresaltaba mi recogimiento, socavando la tierra
en el secreto de la noche. La brisa desordenaba los médanos,
cegando los arbustos de un litoral bajo, terminados en una flor
extenuada.
La ciudad, agobiada por el tiempo y acogida a un recodo del
continente, guardaba costumbres seculares. Contaba aguadores
y mendigos, versados en proverbios y consejas.
El más avisado de todos instaba mi atención refiriendo la
semejanza de un apólogo hindú. Consiguió acelerar el curso
de mi pensamiento, volviéndome en mi acuerdo.
El aura prematinal refrescaba esforzadamente mi cabeza
calenturienta, desterrando las volaterías de un sueño confuso.
en el secreto de la noche. La brisa desordenaba los médanos,
cegando los arbustos de un litoral bajo, terminados en una flor
extenuada.
La ciudad, agobiada por el tiempo y acogida a un recodo del
continente, guardaba costumbres seculares. Contaba aguadores
y mendigos, versados en proverbios y consejas.
El más avisado de todos instaba mi atención refiriendo la
semejanza de un apólogo hindú. Consiguió acelerar el curso
de mi pensamiento, volviéndome en mi acuerdo.
El aura prematinal refrescaba esforzadamente mi cabeza
calenturienta, desterrando las volaterías de un sueño confuso.
martes, 6 de agosto de 2013
NATALICIO DEL GRAN POETA ANDRES ELOY BLANCO
6 de agosto
¡Ah mundo! La Negra Juana,
¡la mano que le pasó!
Se le murió su negrito,
sí señor.
—Ay, compadrito del alma,
¡tan sano que estaba el negro!
Yo no le acataba el pliegue,
yo no le acataba el hueso;
como yo me enflaquecía,
lo medía con mi cuerpo,
se me iba poniendo flaco
como yo me iba poniendo.
Se me murió mi negrito;
Dios lo tendrá dispuesto;
ya lo tendrá colocao
como angelito del Cielo.
—Desengáñese, comadre,
que no hay angelitos negros.
Pintor de santos de alcoba,
pintor sin tierra en el pecho,
que cuando pintas tus santos
no te acuerdas de tu pueblo,
que cuando pintas tus Vírgenes
pintas angelitos bellos,
pero nunca te acordaste
de pintar un ángel negro.
Se le murió su negrito,
sí señor.
—Ay, compadrito del alma,
¡tan sano que estaba el negro!
Yo no le acataba el pliegue,
yo no le acataba el hueso;
como yo me enflaquecía,
lo medía con mi cuerpo,
se me iba poniendo flaco
como yo me iba poniendo.
Se me murió mi negrito;
Dios lo tendrá dispuesto;
ya lo tendrá colocao
como angelito del Cielo.
—Desengáñese, comadre,
que no hay angelitos negros.
Pintor de santos de alcoba,
pintor sin tierra en el pecho,
que cuando pintas tus santos
no te acuerdas de tu pueblo,
que cuando pintas tus Vírgenes
pintas angelitos bellos,
pero nunca te acordaste
de pintar un ángel negro.
Pintor nacido en mi tierra,
con el pincel extranjero,
pintor que sigues el rumbo
de tantos pintores viejos,
aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros.
No hay pintor que pintara
angelitos de mi pueblo.
Yo quiero angelitos blancos
con angelitos morenos.
Ángel de buena familia
no basta para mi cielo.
Si queda un pintor de santos,
si queda un pintor de cielos,
que haga el cielo de mi tierra,
con los tonos de mi pueblo,
con su ángel de perla fina,
con su ángel de medio pelo,
con sus ángeles catires,
con sus ángeles morenos,
con sus angelitos blancos,
con sus angelitos indios,
con sus angelitos negros,
que vayan comiendo mango
por las barriadas del cielo.
con el pincel extranjero,
pintor que sigues el rumbo
de tantos pintores viejos,
aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros.
No hay pintor que pintara
angelitos de mi pueblo.
Yo quiero angelitos blancos
con angelitos morenos.
Ángel de buena familia
no basta para mi cielo.
Si queda un pintor de santos,
si queda un pintor de cielos,
que haga el cielo de mi tierra,
con los tonos de mi pueblo,
con su ángel de perla fina,
con su ángel de medio pelo,
con sus ángeles catires,
con sus ángeles morenos,
con sus angelitos blancos,
con sus angelitos indios,
con sus angelitos negros,
que vayan comiendo mango
por las barriadas del cielo.
Si al cielo voy algún día,
tengo que hallarte en el cielo,
angelitico del diablo,
serafín cucurusero.
Si sabes pintar tu tierra,
así has de pintar tu cielo,
con su sol que tuesta blancos,
con su sol que suda negros,
porque para eso lo tienes
calientito y de los buenos.
Aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros.
No hay una iglesia de rumbo,
no hay una iglesia de pueblo,
donde hayan dejado entrar
al cuadro angelitos negros.
Y entonces, ¿adónde van,
angelitos de mi pueblo,
zamuritos de Guaribe,
torditos de Barlovento?
Pintor que pintas tu tierra,
si quieres pintar tu cielo,
cuando pintas angelitos
acuérdate de tu pueblo
y al lado del ángel rubio
y junto al ángel trigueño,
aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros.
tengo que hallarte en el cielo,
angelitico del diablo,
serafín cucurusero.
Si sabes pintar tu tierra,
así has de pintar tu cielo,
con su sol que tuesta blancos,
con su sol que suda negros,
porque para eso lo tienes
calientito y de los buenos.
Aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros.
No hay una iglesia de rumbo,
no hay una iglesia de pueblo,
donde hayan dejado entrar
al cuadro angelitos negros.
Y entonces, ¿adónde van,
angelitos de mi pueblo,
zamuritos de Guaribe,
torditos de Barlovento?
Pintor que pintas tu tierra,
si quieres pintar tu cielo,
cuando pintas angelitos
acuérdate de tu pueblo
y al lado del ángel rubio
y junto al ángel trigueño,
aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros.
QUE VIVA EL GRAN ANDRES ELOY BLANCO A LOS 117 DE SU NATALICIO.
lunes, 29 de julio de 2013
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